Chartres, ciudad de luces y perfume

Era muy temprano cuando llegamos a Chartres, ciudad que apenas cuenta con 40.000 habitantes, pero su identidad está íntimamente ligada a su gran monumento: la magnífica catedral que simboliza la grandeza de una de las épocas más vigorosas del medievo, Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Llegamos a pie de la catedral bastante rápido ya que dejamos el coche en un parking muy cercano, que decir de la catedral, se trata de la catedral gótica considerada como la más representativa, la más completa y la mejor conservada (la mayoría de las esculturas, cristaleras y embaldosado son de origen). Fue construida en su mayoría a principios del siglo XIII, en treinta años, sobre las ruinas de una anterior catedral románica destruida durante un incendio en 1194.

Disfrutamos como niños observando las preciosas cristaleras,  176 vidrieras que cubren la mayor superficie del mundo (2 600 m2) de vitrales de los siglos XII y XIII, particularmente bien conservados y mundialmente conocidos por su famoso azul de Chartres. La calidad técnica, sus aportaciones formales y narrativas y, sobre todo, la espiritualidad con la que consiguen inundar el interior de la catedral, justifican que podamos considerarlas como una de las grandes joyas del arte medieval.

Nos llamó mucho la atención el laberinto cósmico, situado en el interior del edificio. Se trata de una composición de trece metros de diámetro grabado en la loza del la catedral, similar al que había en otras catedrales de la época, un enorme trabajo de incrustación de piedras claras y oscuras. En otras iglesias (por ejemplo, en Reims), semejantes laberintos llevaban los nombres de los arquitectos, como homenaje al genial arquitecto Dédalo, quien diseñó en la Antigüedad el laberinto de la corte del rey Minos. También en Chartres existía una placa de cobre, como demuestran los pernos que antaño la sujetaban. En ella, sin embargo, sólo apareció la lucha con el Minotauro. Y es que otro de los misterios de Chartres es que Sólo existen testimonios escritos sobre la construcción de la fachada occidental con las dos torres y el pórtico de entrada, todo ello erigido antes del incendio de 1194.

En esta catedral se supone que está una de las reliquias más importantes de la cristiandad: la túnica que llevaba la Virgen cuando dio a luz a Jesús. Nosotros no la vimos…

Una vez  fuera de la catedral, decidimos dar una vuelta en el trenecito turístico que te enseña la ciudad. Mientras se hacia la hora de coger el tren, paseamos por los alrededores disfrutando de sus callejuelas y tomando algún que otro tentempié.

Ya cansados, los niños agradecieron el paseito con el trenecito por las zonas mas importantes y bonitas de Chartres para descansar y nosotros íbamos haciendo fotos y escuchando la guía que llevaba el tren de fondo.

Hasta que llego el final del trayecto y decidimos regresar a nuestra casa.

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